domingo, 31 de marzo de 2013

La Guitarrista

Al término de la sesión, editando por primera vez el resultado de tantos disparos, me dice que le enseñe algunas de las imágenes tomadas. Las últimas han sido las de la guitarra flamenca. Me encanta el remate de la pala del clavijero. "¿Y las de la clásica?" me pregunta nerviosa. "Al principio", contesto. No le convence la respuesta. Los guitarreros coinciden en que no hay más que una guitarra a la hora de distinguir entre clásica y flamenca: la española. Pero para esta guitarrista los proyectos en marcha y el camino andado son un amplio crisol de vivencias que ambos instrumentos le han dado a lo largo de los muchos años que lleva dedicados a este instrumento. Creo que ella sabe a cual de las dos prefiere. Pero ese es un secreto que me niego a desvelar. Lo cierto es que ambas le han dado satisfacciones, a pesar de las horas de trabajo que le han robado y que le siguen robando. Es una dedicación satisfactoria: adora lo que hace, adora a la guitarra. Y ese es el único origen de las cosas bien hechas. Moreno Torroba, Pujol o Tárrega suenan como deben hacerlo a través de los dedos de Paula Marchena Caparrós. Y la soleá, la seguiriya o las tarantas son desgarro y duende cuando el corazón de esta nazarena da pulso al flamenco.



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