El blanco y negro siempre ha
atraído al público por la carga de irrealidad que lleva consigo. Al margen de
las modernas técnicas digitales de la actualidad, el blanco y negro nos
transforma la realidad de un modo más efectivo. Una fotografía tratada en color
se delata por si misma en la mayoría de las ocasiones. Sin embargo las escalas
de grises o el monocromo esconden detrás de su autenticidad la voluntad
interpretativa del que observa. El espectador es el que reinterpreta a demanda
la realidad que el autor no declara. Una fotografía, como cualquier expresión
artística, es un momento de abstracción de su creador. Pero también puede ser
lo que los ojos que la observan quieran que sea. La acción creativa cumple así
con uno de sus más difíciles objetivos: estimular la capacidad humana de la
abstracción.
Aquí os dejo un retrato tomado en
una playa al atardecer delante de una palmera. (¿?)
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